La promesa de la eterna juventud

 


Cuando eres joven,
Las vidas no vividas están por delante.
Son todos los caminos que aún se te han de presentar.
Los que tomarás y los que no.
Entonces todo son posibilidades.
Seguramente al mirar adelante te figuras mil escenarios.
Y en todos ellos vuelcas anhelos,
expectativas, deseos.
Lo que te atrae lo ves con esperanza.
Lo que no te gustaría, con temor.

Ojalá tenga más fuerza la esperanza tirando de nosotros, 
que el miedo paralizándonos o haciéndonos inseguros y huidizos.
Pero no te dejes envolver por la promesa
–que alguien te hará, seguro–
de que puedes recorrer todos los caminos.
No puedes.
Cuando se te planteen encrucijadas,
elige.


Cuando eres mayor,
muchas vidas no vividas están por detrás.
Son los caminos que no escogiste.
La tentación de querer volver a las encrucijadas es grande.
Fantasear con lo que hubiera ocurrido. 
Pensar, con cierta nostalgia,
en lo que habría sido tu vida de haber tomado tal o cual rumbo...
Y digo fantasear porque, aunque es verdad que hay opciones que aún pueden tomarse, 
hay otras que ya no.

Porque la vida es solo una.
Porque ya no vuelves a ser joven
(todo lo más, a querer aparentarlo).
Porque mucho de lo que construimos requiere tiempo, mucho tiempo.
Y no toda la vida puede ser primavera.
Por eso, no te dejes atrapar en la prisión de la nostalgia de las vidas que no fueron. 


La promesa de la eterna juventud es el pronóstico de una vida congelada.

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