NO HAY OPCIÓN
A menudo nos pasa que
queremos pelear
la misma batalla
en dos trincheras,
ser luchadores en cada frente,
o habitar a ambos lados de una frontera.
Hasta que caemos en la cuenta.
No podemos votar y abstenernos.
La puerta no puede estar
cerrada y abierta.
La vela, para arder,
ha de consumirse,
y el amor, o se da,
o se agrieta.
Podemos servir o dominar.
Pero no ambas.
Encrucijadas vitales.
Caminos incompatibles
hacia horizontes diversos.
Sal que sazona o es inútil,
luz que ilumina
o se apaga.
Hay que decidir.
Por el bien o por el mal,
por la ganancia corrupta
o por la honestidad incierta.
Por la verdad o por los artificios,
por el perdón sincero
o por el rencor escondido.
Hay que optar.
Por la compasión
o por los atajos,
por el sí de los apasionados,
el quizás de los vacilantes,
o el no de los descontentos.
Levantar o encumbrarse.
Uno u otro.
No hay opción.
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