crónicas Romanas. Día 5.




Hoy ha sido el día estrella. El evento que da nombre a lo que estamos viviendo estos días en Roma: la LI edición del Congreso UNIV. Sí, 51. 

Ha empezado todo con una Misa internacional. La gente aguanta el tipo, pero por dentro enternece tanta unidad en la diversidad. Y la tan poco comprendida liturgia se convierte en el idioma de todos.

Y al jaleo. El hall del edificio que acoge el Congreso se llena de gente que busca el aula de su ponencia en los carteles colgados en las paredes. El staff ha trabajado muy bien. El aula magna se llena de cientos de universitarios con ganas de crecer. Tras la conferencia de inauguración, en las diferentes aulas se van presentando las ponencias finalistas de las muchas fases locales celebradas previamente en cada país. Y tras las exposiciones, las preguntas y el debate. 

Se han presentado proyectos sociales ideados por universitarios de Venezuela, México, Brasil, Filipinas, Singapur, Suecia, etc. y también trabajos de investigación de tantos otros paises, todos ellos bajo una misma temática: el poder transformador del trabajo, que más que un tema es un horizonte inagotable. De Barcelona presentan Mar, Tere, Maria, Núria, Mariona Loles, Cati, Gemma y dos Marías más. 

Por la tarde workshops. Ese curioso método de trabajo dinámico y participativo que ahora forma parte de todo porque dicho en inglés suena bien y es muy Generación Z. Grupos de trabajo por ámbitos profesionales en los que se han podido compartir retos y proyectos de cada sector. La verdad es que ha sido muy fructífero.  

En ocasiones se oyen voces que susurran que los jóvenes no se mueven, que piensan poco, que son indiferentes. No hay nada más alejado de la realidad. Los jóvenes de hoy piensan y se mueven más que nunca, y lo que hemos vivido aquí es tan solo un aperitivo de todo lo que hay ahí fuera.

El almuerzo ha sido en el propio alojamiento. El capítulo del comedor no lo había abordado todavía, soy consciente, pero no cabe todo en tan poca línea. Nos sirven la comida -y en general ofrecen todos los servicios del alojamiento- unos hombres polacos que participan en un programa de reinserción social post-penitenciario. Una tropa de señores muy majos que no hablan inglés ni apenas italiano, pero que tienen un don para el lenguaje gestual. La verdad es que lo hacen de maravilla, con un solo inconveniente: nos sirven comida para alimentarnos nosotras y todo el ejército romano.

Ha acabado el Congreso y nos hemos ido a Roma, a tomar un poco el aire. La primera parada ha sido en Santa Maria de la Paz, donde hemos podido visitar la tumba de San Josemaría. Digamos que él es el liante de todo esto, el santo de lo ordinario, de lo cotidiano, de los detalles pequeños realizados por amor, del trabajo bien hecho.

Salimos hacia el centro de Roma y cenamos en plaza España. Una fuente que ilumina el centro de la plaza le pone la música a nuestra conversación. Detras nuestro, las escaleras de la plaza, a la derecha un puestecito de flores y delante, tiendas muy caras que saben a muy poco. 

Un gelatti pone fin al día. Un simple helado que hace de la vida algo sumamente sencillo

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