Crónicas romanas. Día 3.




Afortunadamente, hoy hemos amanecido en tierra firme y en el desayuno todas compartíamos la alegría de tener las pilas cargadas tras un profundo sueño. Es domingo de Ramos, empieza el recorrido de estos días hasta la Pascua y esta mañana hemos podido hacerlo cerca del Papa Francisco. Las ha habido más y menos ágiles a la hora de hacerse hueco para estar cerca de la valla, pero todas le hemos visto pasar a pocos metros de distancia al finalizar la Misa en la plaza de San Pedro. A los jóvenes, dos mensajes: leed la carta que os he escrito y rezad el rosario por la paz.

El día se sostiene haciendo un sobreesfuerzo para que la lluvia no se nos eche encima, aguando las horas de recorrido artístico que nos quedan por delante. La batalla del Sol por aliviar las gotas que van cayendo pausadamente se ha alargado victoriosa hasta las 5 de la tarde, momento en que todos los dioses del cielo romano se han conjurado contra nuestra visita al Coliseo, dejándonos totalmente empapadas. Pero nada de eso ha sido suficiente para que no cumpliéramos nuestro objetivo y allí estábamos, bajo la tormenta y algún que otro trueno, contemplando el antiguo circo romano. Bueno, y gritando sobretodo, ante la expectación de turistas pausados que han preferido esperar a que el cielo se calmara un poco.

Roma tiene un halo místico. Bucólico. Encantador. Una mezcla de la cotidianidad callejera propia de las ciudades italianas y de la majestuosidad de las grandes construcciones, que presenciaron todo aquello que sea verdad de lo que cuentan los libros de historia. Y, como dice Tere, cuando el alma está dispuesta y contempla, la belleza atrapa y da paz. Y así hemos ido descubriendo los tesoros romanos: el Castel Sant'Angelo, el legado de Caravaggio en San Luís de los franceses, Piazza Navona - donde sobra imaginación para imaginar un circo romano de la época-, el Panteón, los foros romanos y el Coliseo.

Y mientras andamos, vamos comentando la riqueza del lugar. No hay esquina sin obras de arte, levantadas como señoritos vanidosos que se mantienen erguidos disputándose la gloria, unos por el mérito de seguir en pie tras muchos siglos, otros, ya ruinosos e injustamente eclipsados, recordando la importancia de lo que fueron para la historia.

El lector podría pensar que Roma nos ha transformado en uno de esos seres puros que viven de la contemplación. Pero la verdad es que nada de esto habría sido posible sin la suerte de lasaña con patatas que nos hemos comido al mediodía, en un MC Donald's versión Italiana. Bolsillo de estudiantes. A Natalia le debemos las gestiones y - me olvidaba- el precio especial del Coliseo. Dejémoslo ahí.

Estamos caladas hasta los huesos y ya hace rato que se quejan los pies de las más presumidas. El cielo parece que se calma y subimos de nuevo al autocar, que ya es prácticamente un hogar, porque donde hay familia las paredes son lo de menos.

En las mesas de la cena, se hace balance y va saliendo lo mejor del día y también lo peor.  Porque un cuadro no es real si no tiene sombras. Y en Roma no es todo luz. Las obras arquitectónicas romanas tienen puntos oscuros: las sombras de sus arcos y la  sombra de quienes todavía buscan cobijo bajo los mármoles berninianos. Sorprenden las personas que callejean buscando limosna y, sean cuales sean los motivos, invita a la reflexión. 

De camino al alojamiento, nos ha acompañado un gigante arco iris. El atardecer de hoy, inexplicable. Mañana es lunes y algunas temen que la semana pase demasiado rápido. Tiempo al tiempo. De momento todavía nos invade esa sensación preveraniega de quien está delante de algo bueno por estrenar.

Comentarios

  1. Una buena crónica del domingo de Ramos. Día completísimo, y como me he unido a vuestro grupo entusiasta y juvenil, hago míos los dos mensajes del Papa: leer la carta que ha dirigido a los jóvenes y rezar el rosario por la paz.

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